La verdadera mentalidad de un emprendedor (y no, no es ese optimismo tonto que nos venden)

Apenas se habla de mentalidad cuando hablamos de emprender. Y es una pena porque es uno de los aspectos más importantes y descuidados. Al final, sólo la acción, una acción masiva, nos traerá resultados.

Pero he aquí la cuestión: según pienses harás (o no). La acción depende de la mentalidad.

El factor personal es el más importante cuando uno tiene un pequeño negocio. Siempre digo que el alma de una pequeña y mediana empresa es el emprendedor, si el empieza a fallar, a desmotivarse o le pueden el cansancio y el estrés, eso se transmite a toda la iniciativa.

Ahora, el problema actual cuando se habla de mentalidad de emprendedor o mentalidad y negocios se suele resumir en que hay que adoptar una especie de optimismo naif. Ya se sabe, pensamiento positivo y todo eso. A lo mejor le suena extraño y duro, pero eso es una tontería. No sólo no funciona, sino que es un timo que puede producir justo el efecto contrario.

Pero hoy no me quiero centrar en el timo del optimismo. Hoy quiero mostrar cuál es la mentalidad a adoptar que mejor funciona para generar esa acción masiva que puede traer resultados reales. Actuaremos si estamos motivados cada día. Si es así, haremos todo eso que tenemos que hacer, sin importar lo duro o difícil que sea. Al final es la acción y no el optimismo lo que nos llevará a algún lado y lo que queremos es ser capaces de hacer lo que tenemos que hacer.

He visto muchos emprendedores que empiezan con ilusión, pero en cuanto ésta se diluye tras el impulso inicial y las primeras complicaciones inevitables, se dejan llevar. Ponen el piloto automático, esquivan las tareas importantes y tienen días ”ocupados”, pero sin avanzar nada realmente. Hay algunos casos en los que, directamente, se deja de hacer cualquier cosa. Uno aparece por el negocio pero se queda ahí, tras el mostrador o la mesa. Otra vertiente más aviesa es dedicar el tiempo a actividades sin importancia que nos ocupan todo el día, evitando afrontar las importantes. Ese también es un problema de falta de acción y la raíz está en carecer de la mentalidad adecuada.

Y esa mentalidad adecuada fue la que me enseñó un hombre malcarado y hosco.

Mucha gente me pregunta cómo me levanto todos los días y me dedico a este proyecto y muchos otros, algunos de los cuales no hago por dinero. Pues bien, lo cierto es que unos días me levanto con todo el ánimo del mundo y trabajo en un estado de flujo y muchas cosas salen adelante esa jornada. Mientras, otros días cojo con las dos manos la pantalla del ordenador y a veces arrojarlo lejos no suena mal. Tanto unos días como otros son inevitables, parte del camino. Además de eso, quién lo diría, soy humano.

Y cuando alguna vez me han dicho: ”yo es que no sería capaz”, siempre he respondido lo mismo: ”oh, sí que eres capaz, claro que lo eres”. Lo sé por lo que me enseñó el hombre hosco. Sé que esa persona podría porque si le pongo una pistola en la cabeza y le digo que si no hace lo que debe hacer aprieto el gatillo, lo hará. Y lo hará rápido y lo hará lo mejor posible.

Es la mentalidad de hacer las cosas con una pistola en la cabeza la que me clava en el asiento. Trabajar y hacer las cosas como si alguien me apuntara con un arma. Recuerdo que este mentor lo llamaba así, el marketing con la pistola en la cabeza, porque decía que, cuando se trataba de marketing y ventas teníamos que actuar así si queríamos resultados. Cuando lo haces, todo ese miedo (gran enemigo del marketing y las ventas como ya vimos), se disipa.

Lo curioso es que, en realidad, no es una mentalidad a construir en nuestra cabeza, es una realidad a reconocer. Nos están apuntando con un arma, a todos.

Un día, no sabemos cuál, esa pistola simbólica se disparará y se nos acabó el tiempo. Lo que tengamos que hacer lo hemos de hacer ya. Como sabrá, yo no abogo por tener cualquier clase de negocio, yo abogo por dedicarnos a lo que nos apasione. Si nos hemos de atrever a crear algo, a emprender o a vender, tiene que ser ahora. No tendremos otra oportunidad, esto no es un vídeojuego, sólo tenemos una vida y se está acabando. ¿Suena dramático? Da igual, es la realidad. Como dijo Steve Jobs en su famoso discurso de Stanford, cuando te enfrentas a esta realidad, tienes toda la motivación del mundo para hacer lo que tengas que hacer. Esa realidad y esa mentalidad te hace ver lo que es realmente importante. Si te quedaran sólo unas pocas horas, no las dedicarías a estar ocupado con cosas tontas. Cuando a Isaac Asimov le hicieron la pregunta de qué haría si supiera que le queda poco para morir, él respondió: «teclear más rápido».

Desde niños nos tatúan la mentira de que el futuro nos salvará. Nos cuentan que cuando crezcamos tendremos alguna idea de cómo funcionan las cosas, que en la universidad nos prepararán y comprenderemos, que cuando consigamos un trabajo y dinero, las piezas encajarán y podremos disfrutar. Luego, cuando empezamos a encoger el ceño porque nada se va cumpliendo, nos dicen que tranquilos, que en realidad será cuando nos jubilemos. Años dorados en los que por fin podremos bajar los brazos, descansar al sol con la sensación del trabajo hecho.

El futuro no nos salvará, no vendrán épocas mejores, solamente seremos más viejos y escucharemos el percutor de la pistola, amartillándose con un clic.

Si tenemos todo el tiempo del mundo, perdemos todo el tiempo del mundo, si tenemos todas las opciones ante nosotros, no elegimos ninguna. Si no tenemos prisa por hacer eso importante que tenemos que hacer, es que no nos estamos enterando de cómo funciona este juego en realidad.

Es curioso que la vida nos creara así de paradójicos, porque queremos libertad y elección por encima de todo, pero se demuestra, una y otra vez, en lo cotidiano y en laboratorios, que cuando obtenemos dicha libertad somos pésimos usándola.

Si yo creo que tengo toda mi vida por delante para hacer realidad un proyecto, despertaré un día con toda mi vida por detrás y nada hecho.

El verdadero emprendedor comprende que tiene una pistola en la cabeza, que lo importante que tenga que hacer ha de hacerlo ya. Cada mañana que se levanta, especialmente en los días duros, sabe que el tiempo es demasiado limitado como para perderlo en tonterías.

¿Se ha fijado en qué es lo más difícil de obtener de las personas poderosas? Su tiempo. Ellos comprenden que es lo más valioso y lo administran con celo, no dejando que nadie lo acapare si no es por algo importante. Ellos comprenden que tenemos esa pistola apuntando y, cuando la ves, entonces te entra esa prisa por hacer.

Los verdaderos emprendedores son personas inclinadas a la acción. Esa inclinación a la acción nace de la mentalidad, nace de esa prisa por vivir y por hacer, porque el tiempo se acaba y eso es demasiado importante.

Efectivamente el tiempo se acaba y esa es una buena noticia aunque no lo parezca. Si fuéramos inmortales no haríamos nada, pero no lo somos. Eso nos inclina a hacer ya lo que tengamos que hacer.

Recuerdo una frase del genial libro de Chuck Palahniuk, El club de la lucha.

«Todo el mundo sonríe con esa pistola invisible apuntando a su cabeza».

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