Por qué le están mintiendo con el tema de emprender y por qué la mayoría de empresas fracasa al poco de empezar

Por que le mienten con eso de emprender

La realidad del emprendedor en España (y en la gran mayoría de países) es que una enorme cantidad de los que empiezan no siguen operando tras unos pocos años.

Es duro, pero es así.

La tasa de mortalidad empresarial es extremadamente alta, las cifras, como siempre, son dispares según los estudios y las fuentes, pero cuando los más optimistas (como las Cámaras de Comercio) dicen que tras cinco años aproximadamente la mitad de empresas no ha conseguido sobrevivir, definitivamente es que algo pasa.

Cuando cada año se cierran casi tantas empresas como se crean, es que algo pasa. Cuando otras fuentes dan cifras mucho más escalofriantes de mortalidad empresarial donde es bastante más fácil fracasar que tener éxito, es que definitivamente algo pasa.

Estará harto de oír eso de que nunca ha habido mejor tiempo para emprender que ahora. En parte es cierto, nunca ha sido tan fácil empezar, igual que nunca ha sido tan fácil terminar (mal). La cuestión es que la mayoría de empresas siguen cerrando durante el primer año.

Emprender es una de las tareas más difíciles que puede acometer alguien.

No nos engañemos, emprender es muy complicado, no es para todos y no es el paraíso que nos quieren vender.

Además, si es usted una pequeña empresa, no tiene asalariados (o tiene muy pocos) y especialmente si es autónomo (lo cual suele ser lo más probable porque el tejido empresarial español responde mayoritariamente a ese perfil) entonces las posibilidades de sobrevivir son aún menores.

¿Cuáles son los principales motivos de cierre de una empresa?

El motivo de cierre número 1 es que no se vende todo lo que se esperaba, punto.

Parece una obviedad, pero encierra muchas implicaciones, especialmente la de que hay una incapacidad para conseguir suficientes clientes como para mantener la empresa y hacerla crecer en el tiempo.

A pesar de que ese motivo es el fundamental, cuando se pide a los empresarios que ahonden un poco en los porqués en muchos estudios afloran respuestas tales como:

“Hay pocas ayudas”, “el apoyo gubernamental no es bueno”, “muchas trabas administrativas”, “cuesta conseguir financiación”, etc.

Esto puede ser cierto, pero hay que tener en cuenta una clave fundamental si de verdad queremos una empresa fuerte y es que, esa clase de motivos, por mucho que puedan consolarnos por un minuto, son condiciones externas e iguales para todas las empresas que compiten.

Importancia tienen, y desde luego no es poca, pero todas las empresas se enfrentan a esas adversidades y unas consiguen llegar a sus objetivos a pesar de ellas.

En ese contexto, por difícil que sea, juega todo el mundo, unos con éxito y otros no… por lo que habrá que deducir que los motivos reales que hacen que una empresa sobreviva o no no están realmente ahí.

Es curioso como los porqués cambian cuando la situación se analiza “desde fuera”, por alguien no implicado en la empresa.

Cuando es así los principales problemas detectados, los patrones vistos una y otra vez desde el análisis externo (y comentados también por empresarios sinceros cuando se indaga más allá de que el mercado es difícil y hay pocas ayudas) son:

  • No se produce, se actúa, se opera o se gestiona eficientemente en la empresa.
  • La planificación es deficiente (el principal problema visto en primera persona no es que la planificación sea mala en sí, es que no suele haber planificación alguna).
  • No se tiene “control de la situación”. Hay un desconocimiento real de lo que ocurre, de por qué pasa lo que pasa, de por qué no se consiguen más clientes o por qué los costes se disparan. En definitiva Hay una incapacidad de controlar y tener “atadas” las variables principales del negocio.

Por qué ocurre esto

Tras reflexionar sobre cientos de casos, el principal problema se puede resumir así:

Muchos empresarios comienzan su andadura porque tienen algo de calidad que ofrecer a los demás, porque son buenos en lo que hacen y piensan que pueden ofrecer un valor a posibles clientes. Así que, confiados en que su producto es mejor o su servicio es de mayor calidad, abren las puertas de una nueva iniciativa empresarial.

Y se dan cuenta de que tener un buen producto o servicio (o ser el mejor en lo que hacen) es una cosa y tener una empresa es otra cosa muy distinta.

Tenga en cuenta esto, una empresa es mucho más que un producto o servicio, una empresa se compone de multitud de aspectos fundamentales que requieren aprendizaje, control y gestión y que van más allá de su producto o servicio en sí.

Puede poseer un producto o servicio de calidad, pero eso apenas es una pequeña parte del puzzle.

Dicho puzzle está formado además por aspectos como el marketing, las finanzas, las gestiones administrativas, las ventas, las relaciones con otras empresas, la estrategia, la manera de trabajar, de producir y de distribuir, la gestión de empleados…

En definitiva, usted puede ser un magnífico fontanero, un excelente frutero o un ingeniero muy competente, pero eso no le convierte automáticamente en un buen empresario.

Imagine esto, imagine que se sube a un coche y usted sólo sabe manejar la radio, pero no tiene idea de cómo se meten las marchas, de cómo funciona el volante, de qué gasolina consume o de cómo se conectan los limpiaparabrisas cuando llueve.

Se habrá imaginado donde puede acabar el coche cuando lo intente conducir…

Pues esa es la manera en la que muchos empresarios comienzan. Se suben al coche de su empresa e intentan ponerlo a cien, sabiendo apenas como manejar la radio (o un solo aspecto de la iniciativa).

Muchos empresarios son como pilotos sin entrenar manejando un coche en una competición.

Gestionar un negocio es algo mucho más complejo que conducir un coche, tocar un instrumento o practicar un deporte… y sin embargo muchos empresarios se lanzan confiadamente creyendo que con tener un producto de calidad basta.

Si mañana le dijeran a usted que debe dedicarse a ser jugador de rugby o piloto de Fórmula 1 probablemente diría que no puede porque usted es fontanero o ingeniero, no tiene ni idea de las reglas del juego, no ha entrenado o no se ha subido en su vida a un monoplaza de carreras.

Pero por alguna extraña razón cuando uno decide ser empresario muchas veces cree que no hay casi nada que conocer, que si tiene un producto superior al de otras empresas, es obvio que todo el mundo va a querer comprarlo, que todo el mundo se decidirá por usted…

Bueno, pues en el mercado de hoy eso no es así y ya nunca lo será. Hay una realidad fundamental que todo empresario debe entender:

Tener un buen producto no basta para que vengan los clientes, no basta para que haya ventas.

Es necesario abandonar la concepción de que sólo por hacer bien algo, podremos montar un negocio a su alrededor y conseguir llevarlo a buen puerto sin preocuparnos de conocer cómo funciona el mundo de gestión de empresa.

Es curioso que este aspecto no es solamente una característica del panorama empresarial español. Cuando se quiso hacer ese mismo análisis en Estados Unidos se llegaron a cifras de fracaso parecidas y a una conclusión.

Los pequeños y medianos negocios suelen sucumbir a causa de lo que se denominó “falta de educación empresarial”, es decir, que no se conocían ni gestionaban bien los aspectos más básicos de mantienen vivo y hacen crecer un negocio.

Y eso acababa haciendo zozobrar toda la iniciativa, igual que acaba estrellando un coche cuando no se sabe conducirlo.

Si uno planta un árbol y lo quiere cuidar y verlo florecer, debe aprender lo que es importante en el árbol, lo que le ayuda a crecer sano, cuántas veces regarlo y qué clase de abono le conviene, si no, puede que caiga enfermo, se marchite o simplemente no crezca lo suficiente.

Una empresa es similar, es como un ser vivo. Es algo que crecerá y dará frutos si se sabe qué es en lo que hay que incidir y qué es lo que no hay que hacer si no quiere que acabe marchitado. Además de un poco de suerte, claro.

Esto no es un alegato en contra de emprender, al contrario, es un alegato para equilibrar todo ese discurso idílico de que cualquiera debe emprender y de que es más fácil que nunca hacerlo.

Hemos de ser conscientes de la realidad de las cosas, porque un optimismo ciego hará que nos lancemos al campo de batalla desarmados, sin protección, contra enemigos veteranos que sí han sobrevivido.

En breve, veremos más sobre el tema, pero es importante matizar todo ese discurso “maravilloso” sobre el emprendimiento que veo por todas partes. Porque las cifras siguen siendo las que son.

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